Friedrich Schlegel y el re-encantamiento de la naturaleza
Friedrich Schlegel y el re-encantamiento de la naturaleza
Escrito por: Juan M. España S.
Durante mucho tiempo, al romanticismo temprano alemán, en el que figuran personalidades como Friedrich Schlegel y Novalis, se le consideró exclusivamente como un movimiento literario o cultural, no obstante, en tiempos recientes se les ha reconocido posiciones filosóficas bastante originales, que no solo se remiten al campo de la estética, sino también a la epistemología, la ética y la metafísica. Sin embargo, pese a este reconocimiento se le ha prestado muy poca atención a un ámbito en el que este grupo -también conocido como el círculo de Jena- se anticipó a las preocupaciones contemporáneas respecto a la crisis medioambiental, en concreto, se trata de su reflexión sobre la naturaleza y la relación entre esta y la humanidad.
Durante mucho tiempo, al romanticismo temprano alemán, en el que figuran personalidades como Friedrich Schlegel y Novalis, se le consideró exclusivamente como un movimiento literario o cultural, no obstante, en tiempos recientes se les ha reconocido posiciones filosóficas bastante originales, que no solo se remiten al campo de la estética, sino también a la epistemología, la ética y la metafísica. Sin embargo, pese a este reconocimiento se le ha prestado muy poca atención a un ámbito en el que este grupo -también conocido como el círculo de Jena- se anticipó a las preocupaciones contemporáneas respecto a la crisis medioambiental, en concreto, se trata de su reflexión sobre la naturaleza y la relación entre esta y la humanidad.
Autores como el filósofo estadounidense y profesor de la Universidad Syracuse, Frederick Beiser, señalan que este grupo de individuos “esperaban restaurar la belleza, la magia y el misterio de la naturaleza después de los estragos de la ciencia y la tecnología”. La razón de ello se debe a que estos habían percibido que la modernidad había alejado a la humanidad de la naturaleza con lo cual desencantó a “la naturaleza al aplicarle una forma de racionalidad estrechamente analítica y reflexiva”.
Para algunos autores este retorno a la naturaleza se puede traducir como un retroceso de la modernidad para retornar al modelo medieval, sin embargo, para el caso exclusivo del romanticismo temprano alemán (frühromantik), los miembros de este grupo sí asimilaron los valores de la Ilustración como: la secularización, el humanismo, el republicanismo y la primacía de la razón. La diferencia es que estos querían ir más allá, puesto que ambicionaban transformar estos valores para superar el des-encantamiento que estos acarrean consigo. En otras palabras, buscaron crear una cultura que, como indica la filósofa y profesora de la Universidad de Lancaster, Alison Stone, “conciliaría la naturaleza como encantada, pero de una manera distintivamente moderna.” En otras palabras, no pretendían abandonar los logros positivos de la modernidad, sino reformarlos para que estos se acoplaran a una nueva relación con la naturaleza.
Ahora, ¿qué debemos entender por desencantado o re-encantamiento? La respuesta se puede encontrar en la obra de Friedrich Schlegel, para muchos el principal teórico del frühromantik, para el cual, el primer concepto, ‘desencanto’ (entzaubern) no resultaba un término misterioso, de hecho, es completamente inteligible por la razón. Por el contrario, ‘encantado’ (bezaubern) es parcialmente misterioso y por ende no es completamente comprensible racionalmente. En este sentido, una mirada ‘encantada’ de la naturaleza, nunca puede ser completamente predicha o captada.
Cabe resaltar que el frühromantik no fue una entidad singular, más bien se pareció a una asamblea o círculo de pensadores con ideales más o menos similares; y algunos participan más intensamente que otros en el único proyecto colectivo que realizaron, la revista del Athenaeum. Otro dato relevante, según exponen los filósofos franceses Philippe Lacoue-Labarthe (1940-2007) y Jean-Luc Nancy, es que el nombre propio nombre con el que solemos identificarlos -romanticismo- carece de precisión para comprender a este movimiento, especialmente cuando sus propios miembros “nunca lo utilizaron para referirse a sí mismos.” A lo sumo Novalis creó el término der Romantiker, al cual define de la siguiente manera: “La vida es algo semejante a los colores, los sonidos y la fuerza. El romántico estudia la vida como el pintor, el músico, el mecánico estudian colores, sonidos y fuerza”. Con lo cual la Romantik es vista como una especie de ‘ciencia’. Pese a lo anterior, nos limitaremos a utilizar el término frühromantik para referirnos a ellos, aunque el mismo no sea capaz de captar la complejidad y diversidad de ideas que afloraron dentro de este movimiento.
El caso es que como habíamos señalado previamente, será dentro de la obra de Schlegel en donde encontraremos los conceptos y nociones que orientan esta nueva relación de la humanidad con la naturaleza, la cual será expuesta en tres momentos del desarrollo de su pensamiento, el primero de ellos dentro de su ensayo Sobre el estudio de la poesía griega (1795), luego en sus fragmentos del Athenaeum (1797-98) y finalmente en su novela Lucinde (1799) y sus Diálogos sobre poesía (1799). Si bien la obra de Schlegel está lejos de ser un cuerpo unificado, y es raramente sistemático en las teorías que aprueba, además de adoptar un estilo fragmentario y de difícil comprensión, su reflexión en torno a la naturaleza es posible encontrarla en las tres fases antes mencionadas, cada una de las cuales intenta resolver las dificultades encontradas en los textos que le precedieron. De modo que, como apunta la profesora Stone, Schlegel no posee una única forma de comprender el desencantamiento o re-encantamiento de la naturaleza, más bien posee “una serie de entendimientos que mejoran progresivamente.”
Con lo anterior en mente, analizaremos los planteamientos presentados por Schlegel en cada una de las fases anteriormente mencionadas, para eventualmente llegar a una potencial conclusión. Empecemos.
I. La modernidad y el des-encantamiento de la naturaleza
En su ensayo pre-romántico sobre la poesía griega, Schlegel ya avanza su critica sobre la cultura moderna, mientras afirma la superioridad estética de la Grecia clásica. Así pues, en este ensayo es posible clarificar su comprensión del des-encantamiento de la naturaleza así como su contraste, el re-encantamiento. También es posible conocer la concepción de modernidad que Schlegel mantenía en esta época, como una cultura post-medieval regulada por una forma específica de racionalidad, caracterizada por ser analítica y reflexiva, a la cual denominó como der Verstand (entendimiento). Estas nociones servirán posteriormente como preparación de su subsecuente defensa de la poesía romántica como la “solución de los problemas de la modernidad.”
Volviendo a su ensayo sobre la poesía griega, él argumenta que la literatura moderna tiene una serie de elementos que la hacen inferior a la literatura antigua. Así pues las obras modernas se encuentran desunidas y carecen de coherencia, lo cual genera un un anhelo insatisfecho de unidad, sobre ello dice Schlegel “nada puede explicar y confirmar mejor la artificiosidad de la cultura estética moderna que el gran predominio de lo individual, característico y lo filosófico en todo el conjunto de la literatura moderna.” El caso es que esta dis-unidad surge porque según este autor las obras modernas se enfocan en describir fenómenos particulares, individuos, o eventos en gran detalle, en vez de subordinar la descripción de los particulares a la preservación de la simetría y la coherencia del trabajo. En concreto, la característica principal de las obras modernas, y lo que provoca al final esta falta de unidad, como indica Schlegel, es la obsesión de los modernos con lo interesante. Dice al respecto: “a partir de esta falta de validez general, de este dominio de lo manierista, característico e individual se explica por sí misma la constante orientación de la literatura y de toda la cultura estética de los modernos hacia lo interesante.” Esta fascinación por lo interesante, provoca que la literatura moderna siempre esté en constante cambio, sin consolidarse. De modo que estas cualidades hacen de las obras modernas insatisfactorias y al mismo tiempo que internamente discordes.
Esta crítica a la literatura moderna no es gratuita, pues la misma sirve para realizar una posterior condena hacia la cultura moderna. Para este pensador la cultura (Bildung) es “una forma de vida que lo abarca todo, encarnada en costumbres, arte, ciencia e instituciones políticas, y en la cual sus miembros se educan”, explica la profesora Stone. Con esto en mente, Schlegel va a contraponer dos culturas distintas, la de la Grecia clásica y la moderna; en lo que respecta a esta última esta posee un carácter artificial (künstlich). ¿Por qué artificial? El sentido artificial se debe a que los principios que guían el desarrollo de sus sociedades son conceptos y teorías extraídos del entendimiento, y el entendimiento es una forma específica de racionalidad (exclusiva de la modernidad), cuya artificialidad se debe a que sus operaciones no son gobernadas por la naturaleza, es decir, que se asume capaz de operar independientemente de la naturaleza. Reiteramos, el entendimiento es una forma específica de la racionalidad, y no debe ser identificada con la racionalidad per se.
El caso es que el entendimiento posee una serie de características particulares. La primera de ellas es que divide y analiza cualquier cosa que estudia; en segundo lugar, es desapasionadamente reflexivo, con lo cual educa a los seres humanos para que busquen exclusivamente la reflexión y rechacen la sensibilidad, la pasión y las acciones que surgen de estas. Así pues, en la cultura moderna la sensibilidad es suprimida, con lo cual los poderes reflexivos y analíticos dan forma a la literatura moderna, lo que a su vez lleva a los artistas a enfocarse en particulares aislados y a seguir teorías estéticas y conceptos desapasionadamente. De modo que esta forma específica de racionalidad termina fomentando una visión desencantada de la naturaleza, porque analiza los fenómenos naturales hasta sus componentes básicos, lo que provoca que las operaciones e interacciones de esas partes sean inteligibles de forma transparente, privando a esos fenómenos del misterio y la agencia inexplicable que parecían poseer previamente. En última instancia, el entendimiento disuelve todo misterio y fuerza emotiva, que la humanidad encontraba en los fenómenos naturales en el pasado.
En contraste tenemos a la cultura griega antigua, que Schlegel identifica como natural, en vez de artificial. Este contraste puede resultar extraño, pues la cultura griega emerge de una lucha por liberarse de las restricciones del mundo natural. Sin embargo, para Schlegel la cultura griega no solo producía cultura desde su impulso (Trieb) de actuar libremente, sino que también lo hacían desde sus impulsos naturales. Así pues los griegos fueron capaces de conciliar estos dos componentes, logrando que los impulsos naturales fuesen compatibles con la búsqueda por la libertad. Con lo cual los griegos habían descrito al mundo natural de una forma encantada pues “la poesía griega retrata los fenómenos naturales como la personificación de la libertad al verlos como las encarnaciones de seres divinos o cuasi divinos.”
Lo que hace superior a la cultura griega por encima de la moderna es que al hacer inteligible la naturaleza a través de mitos, leyendas y seres divinos, este esquema presupone la presencia de una dimensión de espontaneidad e imprevisibilidad dentro de la naturaleza que nunca podrá ser completamente capturada por el análisis racional. Al final, la desventaja de la cultura moderna frente a la griega es que la primera está basada exclusivamente sobre el entendimiento, abandonando o no importándole los impulsos naturales.
La sugerencia que ofrece Schlegel en esta etapa es que para que la literatura moderna pueda superar sus defectos -creados por el entendimiento- necesita poner a un lado sus estándares modernos y reemplazarlos por los de armonía y simetría, presentes en las obras clásicas. Con lo cual, la ruptura con la modernidad no puede ocurrir desde dentro de esta, es decir, desde su cultura, sus valores, sus presupuestos y principios. Estos significa que no esta claro, y Schlegel no lo explica, cómo un individuo moderno, suprimido por el entendimiento, puede llegar a producir o concebir una nueva teoría holística de pensamiento, pues como el propio Schlegel admite los estudiosos que se acercan al mundo griego también aíslan aspectos particulares del mundo antiguo y no pueden suprimir su inclinación por los detalles individuales; elemento característico del entendimiento. Por ello, la propuesta de Schlegel para una resurrección de la cultura clásica es, por lo tanto, inviable.
De modo que para poder superar esta dificultad, Schlegel necesitará reconocer dentro de la modernidad dos tendencias opuestas, no sólo aquella que induce la visión desencantada de la naturaleza, como ya vimos, sino que también debe reconocer la existencia de fuerzas que se resisten a dicha visión. Esta se convierte en su misión durante la etapa romántica.
II. Poesía romántica y el re-encantamiento de la naturaleza
En los fragmentos críticos y los de la revista Athenaeum, Schlegel va a revaluar su visión sobre la literatura moderna al sugerir que dentro de esta es posible encontrar elementos que permitan un re-encantamiento de la naturaleza y que corresponda al carácter fragmentario y reflexivo típico de la modernidad. De este modo, la literatura moderna o más bien, la literatura romántica será capaz de describir “los fenómenos naturales como en parte misteriosos al representarlos no como la encarnación de los dioses sino como indicaciones de una realidad subyacente incognoscible”, indica Stone.
Aquí cabe realizar un paréntesis, pues que si bien señalamos antes que el frühromantik no utilizaba este término para referirse a sí mismos, estos sí escribieron sobre una poesía romántica, la cual por cierto -para ellos- aún no existía en su tiempo, se trataba más bien de algo que estaba por venir. Y otro punto crucial es que los miembros del círculo de Jena hablaban de poesía -el término- en un sentido muy extenso, pues superaba incluso las fronteras de la literatura, se mezclaba con la filosofía, las ciencias y para el ojo atento podía percibirse en eventos cotidianos pero que todos pasamos por alto. Por ello, no podemos concebir a la poesía exclusivamente como una especie de composición literaria generalmente escrita en verso.
El fragmento 116 del Athenaeum es el que emprende la tarea de definir a esta clase de poesía, señalando inicialmente que esta “es una poseía universal progresiva”, agregando que “su determinación no es solo volver a reunir todos los géneros separados de la poesía y poner en contacto a la poesía con la filosofía y la retórica. Ella quiere, y además debe, ora mezclar, ora fusionar, poesía y prosa, genialidad y crítica, poesía artificial y poesía natural, hacer a la poesía viva y social y a la vida y a la sociedad poéticas, poetizar el Witz y colmar y saturar las formas del arte con materia de cultura nativa de toda especie y animarla a través de las oscilaciones del humor”.
En este sentido, continua este mismo fragmento “la poesía abarca todo lo que es solo poético, desde el sistema del arte más grande que a su vez contiene en sí más sistemas, hasta el suspiro, el beso, que exhala el niño que poetiza un canto sin arte”. Es más, no sólo ocurre que la misma no ha llegado aún, sino que incluso, por ser progresiva, “su auténtica esencia es que solo puede devenir eternamente, nunca puede ser completamente”. De modo que la misma no puede ser agotada por ninguna teoría, pues es infinita, libre y reconoce como su única ley al libre arbitrio del poeta, nuevamente, entendiendo al poeta como una figura también más extensa que la de aquel que escribe versos. Novalis por ejemplo, en sus Granos de Polen (1797-1798) dice al respecto “poeta y sacerdote eran uno al principio, y sólo en tiempos posteriores se separaron” o en sus Poeticismos (1798) indica “el genio mismo es poético. Donde ha actuado el genio lo ha hecho poéticamente. El hombre auténticamente moral es poeta”, con lo cual notamos que la figura del poeta es de difícil demarcación. Al final, el fragmento 116 del Athenaeum concluye señalando que “en cierto sentido toda poesía es y debe ser romántica”, con lo cual quizás aquí se anticipa la famosa cita de Karl Marx inserta en sus Gründrisse, que dice: “la crítica romántica del capitalismo va a seguir acompañando al capitalismo como su sombra, hasta que llegue el día bendito en que se acabe con el capitalismo.” Es decir, la poesía romántica es continuo devenir, pues parece ser que a ella siempre surgirá como opuesto de las tendencias desencantadas del mundo.
Por lo anterior, la obra romántica -que intentaba abarcar tantos conocimientos diversos, filosofía, ciencia, artes, verso, prosa, crítica literaria, etc.- permanece en un estado fragmentario y de hecho, esta es la razón de su insistencia de escribir en fragmentos durante los años de 1797 y 1798, cuando el movimiento trabajó en torno a su proyecto colectivo, el Athenaeum. Con todo, pese a que la fragmentación, el anhelo insatisfecho y la orientación reflexiva siguen presentes en la literatura moderna, a diferencia de como ocurrió en su ensayo anterior, esta vez Schlegel va a describir estos elementos en términos positivos, pues dentro de la poesía romántica podremos encontrar la nueva solución schlegeliana frente al des-encantamiento de la naturaleza. Ahora, es importante mencionar que para él la mayoría de las obras producidas en la era moderna no son auténticamente románticas, si bien es la tendencia dominante, muy pocas obras pueden calificarse de románticas, de hecho, sólo dos autores pasan los estándares exigidos por Schlegel, Cervantes y Shakespeare.
La pregunta es, ¿por qué este giro? Empecemos por señalar que la característica central de la poesía romántica es la ironía. Cualquier intento de comunicar o conocer aquello que Schlegel denominó como “lo absoluto” o “lo infinito” solo puede ser parcial y solo se puede ofrecer una perspectiva limitada. Así pues, la ironía surge cuando el texto refleja y hace explícita su parcialidad, es aquella “descarga” que se describe en el fragmento 300, que indica “cuando se tocan el entendimiento y el no entendimiento se produce una descarga eléctrica.” En otras palabras, la ironía dentro de un texto es producto del choque que se genera por el esfuerzo del entendimiento por describir lo infinito y por reconocimiento que surge luego que nos percatarnos que sólo podemos percibir una perspectiva del infinito.
Según explica Stone, Schlegel llegó a la opinión de que “dado que lo absoluto precede al contraste sujeto / objeto, no puede identificarse con la subjetividad, sino que debe ser una realidad unitaria más profunda que suscriba tanto sujeto como objeto, cuyo carácter permanece necesariamente incognoscible por nosotros como sujetos.” Lo anterior significaría que, previa a la relación entre el sujeto y el objeto, o entre el individuo y su entorno, existe una realidad subyacente que engloba al anterior contraste y que es además, incognoscible, es decir, no podemos acceder a ella mediante el entendimiento. La única forma de exponer esta realidad profunda y subyacente, será a través de la poesía romántica la cual, como vimos previamente, es irónica pues solo nos permite un acceso parcial a esta realidad; no obstante, al exponer que existe una realidad que se encuentra más allá de nuestro alcance cognitivo, la ironía genera un “sentido del infinito [Sinn fürs Unendliche].” Este sentido nos impulsa, sin éxito, a trascender nuestras limitaciones cognitivas para acceder a la realidad.
No obstante, ¿cómo este ‘sentido del infinito’ va a generar un re-encantamiento de la naturaleza? Cuando un texto romántico describe los fenómenos naturales, este retrata a los mismos como apuntando a una realidad subyacente inaccesible. Al hacer esto, la descripción romántica provoca que esos fenómenos sean en parte misteriosos, ya que algo siempre va a permanecer oscuro en los fenómenos naturales, es decir, inaccesible. En otras palabras, queremos acceder a lo absoluto, pero sólo podemos describir cosas visibles y finitas; sin embargo, al describir estas podemos entrever o participar de una sensación que nos indica que hay algo más allá de nosotros. De esta forma, la poesía romántica podrá encantar la mente al dotar de misterio cotidianos y comunes, es decir, visibles y finitos, a los fenómenos naturales.
Esto puede parecer contradecir su punto de vista de que el infinito es incognoscible, sin embargo, Schlegel considera que, debido a que el infinito es irreductible a cualquiera o a todos los fenómenos naturales finitos que podemos conocer (desde nuestra limitada perspectiva), se genera en nosotros la sensación de que el infinito tiene una riqueza inagotable. Lo que esto significa es que cuando percibimos la incognoscibilidad de la naturaleza, le otorgamos la connotación de la naturaleza como un poder incomprensiblemente rico y dinámico. En su conjunto, la poesía romántica describe primero cosas naturales particulares con un significado misterioso y, en segundo lugar, genera una sensación de que la realidad, en su trascendencia de cosas finitas y conocibles, es una naturaleza incomprensiblemente creativa que estalla de “plenitud santa”.
De modo que si bien, la poesía romántica es el resultado del entendimiento, es decir, esta forma particular de racionalidad, que es a su vez distintivamente moderna, al final se muestra capaz de encantar los fenómenos naturales. La razón de ello se debe particularmente a la característica principal de la poesía romántica, la ironía; pues esta es es primeramente reflexiva, se trata de una pre-condición necesaria e inherente de la ironía, ya que esto permite al poeta templar o contener su entusiasmo por conocer la realidad con una reflexión desapasionada sobre la parcialidad de sus esfuerzos. Para Schlegel, tal como revela el fragmento 37 del Lyceum, había que balancear el entusiasmo y la autolimitación: “en tanto el artista se idea y entusiasma en ello, se encuentra como mínimo en una situación iliberal para la comunicación. Él quería decirlo todo, lo que es una falsa tendencia de los genios jóvenes o un correcto prejuicio de ancianos ignorantes. De ese modo, desconocerá el valor y la dignidad de la autolimitación, que es para el artista y para el hombre lo primero y lo último, lo más necesario y lo más alto.”
Aquí la autolimitación consiste en la etapa de reflexión y análisis, pues al describir los fenómenos naturales en detalles exhaustivos, esto provoca que al brindarse tantos detalles de estos se evite una comprensión general y unitaria de los mismos, lo que termina exponiendo las limitaciones de nuestros poderes cognitivos e infunde la sensación de una realidad infinita que permanece para nosotros incognoscible. Por ende, las características de la racionalidad moderna -reflexión y análisis- que Schlegel en sus escritos clasicistas culpó por desencantar los fenómenos naturales, se consideran en su período romántico como características que permiten generar una poesía romántica que hace todo lo contrario, dotar de misterio a los fenómenos naturales. Con ello Schlegel supera la anterior dificultad con la que se topó en su periodo clásico, cuando no era capaz de explicar como sería posible salir de la cultura moderna si la misma suprimía nuestros poderes para lograr esto, ahora, admite que dentro de la misma existen elementos con los que podemos trabajar para poder re-encantar a la naturaleza y con ello, la relación de la humanidad con esta.
Pese a lo anterior, esta nueva concepción schlegeliana no se encuentra carente de problemas y dificultades. Una primera dificultad es que Schlegel considera que la poesía romántica es un producto de la libertad del artista, a diferencia de la literatura clásica, la cual fue la expresión de los instintos del artista. Es decir, Schlegel presume que en la modernidad hay una ruptura entre la libertad humana y la naturaleza, pues la primera rompió con la tutela de la segunda. De modo que implícitamente, la naturaleza se concibe como no libre, presumiblemente en el sentido de que comprende una secuencia interminable de interacciones causales. Así pues, la poesía romántica sería la única expresión genuina de libertad, ya que los medios que la producen no son los impulsos naturales.
El problema es que la visión de que la naturaleza no es libre, reintroduce la idea de que la naturaleza es un reino de interacciones totalmente inteligibles y predecibles que Schlegel buscaba superar. Si concebimos a esta como una serie de causas y efectos conectadas unas con otras, evidentemente la naturaleza pierde todo misterio y está a merced del entendimiento, que es capaz comprenderla, por medio de la reflexión y el análisis. Para distanciarse de esta consecuencia que produce una visión des-encantadora de la naturaleza, tiene que argumentar que la naturaleza misma muestra una agencia creativa y espontánea, necesita observar la naturaleza como un todo, es decir, dotarla de propósitos infinitos. Usando esta perspectiva, la libertad humana debería ser repensada no como opuesta a la naturaleza sino como una manifestación, o forma derivada, de una creatividad más generalizada ubicada dentro del mundo natural. En otras palabras, la libertad humana es un subproducto de la agencia creativa y espontánea de la naturaleza.
Una segunda dificultad, es la siguiente: ¿sobrestima Schlegel los poderes de la poesía romántica para transformar nuestra experiencia individual y colectiva de la vida cotidiana y de la naturaleza? La razón de esta pregunta es que la poesía romántica surge en un mundo cuya visión prevalente y dominante es la del desencantamiento de la naturaleza, con lo cual uno puede llegar a pensar que la misma fácilmente será sobrepasada por esta visión. Para solucionar esta dificultad, Schlegel sugiere que las diversas disciplinas y formas de conocimiento de su época se están desarrollando, internamente, para ser cada vez más poéticas. En el fragmento 82 del Athenaeum, se indica lo siguiente: “hay tres tipos de explicaciones en la ciencia: explicaciones que nos dan una claridad o una indicación; explicaciones que no explican nada y explicaciones que oscurecen todo”, el punto central es que a veces, las ciencia nos da indicios de una realidad subyacente, tendencia que revela, para Schlegel, que las ciencias se tornan cada vez más poéticas.
Esta posición se debe a que en este período Schlegel se encuentra muy influenciado por los descubrimientos hechos en el campo de la química. Influido por esta tendencia de sus tiempos, Schlegel observa que en los procesos químicos, “las sustancias se esfuerzan por darse cuenta de sus afinidades ocultas y disolver su separación, pero, incluso cuando se unen, solo producen elementos nuevos y discretos para ser arrastrados a nuevos ciclos químicos”, explica Stone. Así pues, tomando esta interacción química entre la mezcla y la separación, él indicara que la misma estructura opera dentro de la poesía romántica, pues de igual forma, se trata de superar las limitaciones, pero el conocimiento termina siempre siendo parcial y limitado.
Al final, lo que Schlegel consigue, al intentar superar estas dificultades es una conclusión muy sugestiva e interesante, que básicamente señala que toda la naturaleza tienen una estructura poética. Primero porque como observamos, la naturaleza no es causal, es libre y espontánea, como la poesía romántica, y al desarrollar la idea de que los procesos naturales son poéticos en sí mismos, Schlegel podría atribuirles una creatividad inherente en virtud de la cual ya se aproximan y prefiguran la libertad humana. Él persigue estas ideas con más detalle en su novela Lucinde y en el el Diálogo sobre poesía; momentos en los que ya el movimiento del frühromantik ha culminado y su proyecto colectivo ha finalizado.
III. La poesía de la naturaleza
En su novela Lucinde, nos encontramos con Julius, personaje central de su novela, el cual se hunde en un estado onírico en el que todas las cosas naturales se interpretan como alegorías de un ‘aliento espiritual’ que se cierne sobre ellas. Pese a que esta posición parece coincidir con su trabajo anterior, de que la poesía puede señalar hacia una realidad incognoscible de los fenómenos naturales, lo que realmente hace aquí es desarrollar y modificar significativamente el marco teórico expuesto en los fragmentos del Athenaeum.
Primeramente se enfatiza la pasividad del artista, y segundo, la naturaleza y la poesía dejan de ser análogos a los procesos químicos, y el nuevo modelo pasa a ser una planta. Sobre esto último, en el capitulo titulado Idilio a la ociosidad, de su Lucinde, dice Schlegel lo siguiente: “cuanto más divino es un hombre o una obra humana tanto más se parece a una planta. Esta es, de entre todas las formas de la naturaleza, la más moral y la más hermosa.” De modo que este nuevo giro, va a enfatizar, como ya se indicó, la pasividad del artista, sobre ello dice Schlegel: “en el silencio sagrado de la auténtica pasividad, puede uno apercibirse de todo su propio yo y contemplar el mundo y la vida.”
Lo anterior significa que el artista genuino debería permitir que las obras se gesten dentro de sí mismas, sin intervención alguna. Ahora, a diferencia de los fragmentos del Athenaeum que enfatizaban la libertad y la racionalidad del poeta moderno, en Lucinde Schlegel insta al poeta a adaptarse a elementos no racionales, una sumisión que idealmente debería liberarnos de los obstáculos negativos de la reflexión. Esto queda explicado con mayor claridad en el capítulo antes mencionado del Lucinde, cuando contrasta a Prometeo, que crea “mecánicamente”, siguiendo reglas impuestas artificialmente, con Hércules, que crea permitiendo que sus impulsos naturales prevalezcan y se desarrollen orgánicamente.
Esto significaría que la obra poética no es simplemente como una planta, sino que en realidad es el resultado de una especie de crecimiento vegetal que acontece dentro del artista. Y la razón por la que el poeta debe ser libre y desarrollarse como una planta es porque el mundo natural es libre, con lo cual Schlegel sugiere que todos los procesos naturales son vegetales, en el sentido de que se esfuerzan continuamente por entrelazarse en cuerpos y agrupaciones coherentes, pese a que nuevamente, no consiguen esa organización estable y unificada. Así pues, el ser humano será creativo o desarrollará su creatividad cuando participe en estos procesos libres dentro de la naturaleza. En otras palabras, la idea de Schlegel de que los procesos naturales son creativos y poéticos reformula la libertad humana para crear arte (y redefinir el yo culturalmente) como una manifestación de la creatividad global de la naturaleza.
El problema es que esta nueva visión no es directamente compatible con su marco filosófico preexistente. En su marco anterior, uno no sabe que la realidad es naturaleza creativa, solo siente que ella es creativa en la medida en que siente que supera la comprensión, trascendiendo inagotablemente todas las cosas y procesos finitos y conocibles. Pero en su nuevo marco, Schlegel supone que nuestro conocimiento de los procesos creativos finitos nos da el conocimiento de que el mundo en su conjunto es una planta y una obra de arte en desarrollo infinita y eterna. Es decir, en esta nueva visión, uno no se limita a formar una sensación de que la realidad incognoscible es creativa, ahora se puede saber que la realidad infinita es una naturaleza creativa; y por extensión, podemos conocer específicamente que la naturaleza en su conjunto crea un significado poético a través de procesos incrementales y graduales de crecimiento vegetal que opera dentro de ella.
Este cambio también es evidente en su Diálogo sobre poesía, cuando argumenta que el “idealismo” de su romanticismo anterior debe sintetizarse con un “realismo igualmente ilimitado”; sobre ello dice: “el idealismo en cualquiera de sus formas debe salir de sí mismo de un modo u otro para poder volver a sí y no dejar de ser lo que es. Por eso seguramente surgirá de su seno un nuevo realismo, igualmente ilimitado; y el idealismo llegará a ser así un ejemplo para la nueva mitología, no solo en su modo de originarse, sino también de modo indirecto, como su fuente.” Básicamente, Schlegel nos indica que su marco teórico previo era “idealista” puesto que sostiene que solo podemos acercarnos cognitivamente al infinito a través de una perspectiva limitada de entidades particulares y finitas, pero que nos es inaccesible el infinito tal como es realmente. Ahora, ¿cómo la aparición de este realismo nos permite acceder a aquella realidad que previamente nos resultaba incognoscible? Si bien Schlegel todavía hace uso de la ironía, la misma ahora vive para estimular nuevos intentos de conocer el infinito y no solo para mostrarnos nuestra incapacidad para conocerle. La ironía, entonces, sirve para estimular el crecimiento del texto poético y este crecimiento es análogo al de la planta.
Finalmente, la solución del “realismo-idealista” de Schlegel no abandona la forma distintiva de racionalidad de la modernidad, porque aún la considera como necesaria para la poesía romántica y su visión reencantadora de la naturaleza. En este sentido, la poesía romántica no se opone a la modernidad, sino que utiliza la reflexión y el análisis para liberar un proceso de crecimiento natural a través del cual la naturaleza puede ser conocida como creativa y, por lo tanto, también como significativamente misteriosa, y por lo tanto, encantada. Debido a esto, Schlegel conserva la idea de que la literatura romántica tiene una forma especialmente moderna de infundir misterio en la naturaleza, no representa los fenómenos naturales como la personificación de la agencia de los dioses, sino que encarna y revela la creatividad de la naturaleza misma, en la que habita un poder infinitamente espontáneo y auto-formado. Así pues, la ventaja de la posición schlegeliana es que preserva los valores más importantes de la Ilustración al mismo tiempo que concibe a la naturaleza como una fuerza espontánea, creativa y parcialmente misteriosa.
IV Conclusiones
El punto central, y ya lo hemos indicado en diversas ocasiones es que Schlegel no abandona los logros de la modernidad ni sus valores, libertad, republicanismo, secularismo, etc., para generar una nueva relación entre humanidad y naturaleza; no se trata de un retorno a tiempos medievales o incluso a la Grecia clásica, lo que este autor intenta es dotar a la naturaleza de agencia, creatividad y misterio, para evitar esta relación de dominación o de miedo que mantenemos frente a la naturaleza. En su época la novela de formación y otros instrumentos literarios, servían precisamente para inducir en los lectores esta nueva visión de la vida, pues como señalaba Schlegel en sus escritos tempranos, una buena parte de la producción poética dentro de la modernidad estaba des-encantando a la naturaleza y provocando una ruptura con la misma. Cabe recordar aquí que para finales del siglo XVIII, Alemania tenía un mayor numero de personas capaces de leer y no sólo esto, sino que incluso los que eran capaces de leer en décadas pasadas solían leer los mismos libros una y otra vez, ahora habían diversidad de textos y publicaciones que atraían el interés de los lectores. Es como, señalamos ya hace un tiempo, la búsqueda de lo interesante.
La cuestión es que Schlegel considera que es posible encontrar en la poesía romántica una nueva forma de producción, una poesía que es progresiva y que intenta consolidarse, pero no lo logra porque no es capaz de capturar por completo los misterios de la naturaleza y el universo. Incluso en su etapa tardía, cuando la naturaleza resulta más cognoscible y es análoga al crecimiento vegetal, Schlegel busca que comprendamos que dependemos de la naturaleza, ya que reconocemos que es un todo que nos abarca como una de sus partes. La raíz de esta apreciación va a ser lo que los miembros del frühromantik llamaron intuición (Anschauung).
La cognición ordinaria, como había anticipado ya años atrás el filósofo alemán Immanuel Kant, es discursiva (lo que Schlegel denominaba como entendimiento); aquí aplicamos conceptos a las sensaciones o conectamos estos conceptos en juicios, es decir intentamos imponer una unidad a las cosas. En este sentido, esta cognición ordinaria no puede comprender la naturaleza como un todo, porque como ya habíamos señalado, esta forma específica de razonamiento no puede percibir las cosas como un todo sino solo como entidades múltiples que deben ser sintetizadas. Pero con la intuición es diferente, en este caso somos receptivos, aquí no imponemos unidad, sino que detectamos de inmediato una unidad que ya está infundida en los diversos componentes de la naturaleza.
El problema de la intuición es que esta no se transforma en conocimiento. Es decir, esta intuición del todo y / o dependencia del todo no es completamente cognitiva, ya que no puede traducirse en conocimiento discursivo. Por eso, estamos obligados a admitir que toda el universo natural es mayor de lo que podemos entender o comprender, una admisión que debe despertar nuestro respeto y asombro hacia la naturaleza, así como un sentido de humildad. Y quizás, esta es la mayor lección que nos transmiten los románticos, nuestra ruptura, alienación, con respecto a la naturaleza se debe a que creemos que desde nuestro aparato discursivo, desde el entendimiento, somos capaces de capturar la totalidad, y es que al final, el propio concepto de totalidad es una imposición arbitraria de nuestra forma de procesar la información. Probablemente nunca seamos capaces de ir más allá de nuestro funciones cognitivas discursivas y por ello, debemos reconocer un misterio impenetrable dentro la naturaleza, es decir, ser más humildes, admitir nuestras limitaciones con respecto a la naturaleza.
Por su puesto que la crisis medioambiental no depende enteramente de que modifiquemos nuestro aparato conceptual, pero tampoco debemos rechazar que su modificación no signifique un gran cambio con respecto a como nos relacionamos con la naturaleza. Como ya he dicho tantas veces, cultura y educación. Necesitamos trabajar sobre ellas.
Referencias:
-Beiser, F. C., El imperativo romántico. Ediciones Sequitur, Madrid, 2018.
-Schlegel, F., El estudio sobre la poesía griega. Ediciones Akal, Madrid.
-Schlegel, F., Lucinde. Editores Escolar y Mayo, Madrid, 2015.
-Lacoue-Labarthe, P., y Nancy, J.L., El absoluto literario. Editora Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2012.
-Stone, A., Alienation from Nature and Early German Romanticism. Ethical Theory and Moral Practice. An International Forum. Springer, 2013.
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